NACIONALISMO ESPAÑOL EN EL SEGUNDO PROGRAMA

15 10 2014

TEMPORADA DE ABONO OFM 14|15

Concierto abono nº 2. M. Ravel, M. Falla y J. Turina

Orquesta Filarmónica de Málaga

Solista: Rocío Bazán, Cantaora

Director: Carlos Domínguez Nieto

Programa: Mi madre la oca. Suite, de M. Ravel, El amor brujo. Ballet suite, de M. Falla, Ritmos, op. 43 y Danzas fantásticas, op. 22 de J. Turina

 Teatro Cervantes, sábado 11 de octubre de 2014

La danza, llevada al ballet como denominador común y España en el corazón centraban la propuesta que, este pasado fin de semana, nos acercaba la OFM bajo la batuta invitada del español Carlos Domínguez Nieto. Músico respaldado por un sólido currículo fraguado en Centroeuropa como la Sinfónica de Múnich, Halle o el propio Mozarteum de Salzburgo, entre otras formaciones. Domínguez es uno de esos músicos que alcanzan su reconocimiento fuera del país mientras que en nuestros escenarios obliga a realizar un ejercicio de memoria. De este modo, el director madrileño subía al podio de la Filarmónica, con un Cervantes algo despoblado, para exponer un programa muy personal, de resultado impecable, lejos, muy lejos de las habituales concesiones con las que suele despacharse el repertorio español. Así frente a las efectistas exageraciones, Domínguez encaminó a la orquesta hacia el color natural del pentagrama. Limó el timbre de los metales compensando la sección de cuerdas, lo que hizo audibles las maderas, tan importantes en el repertorio del concierto.

España representa en la música una doble vertiente, en ocasiones alejada y contrapuesta, representada en unos ambientes exóticos ajenos a nuestra verdadera identidad, muy del gusto del dieciocho; frente a ese nuevo plano recuperado a partir de la segunda mitad del siglo diecinueve gracias al nacionalismo musical, donde el folklore tiñe buena parte del repertorio, aunque con los matices de las grandes escuelas, que en el caso español desvela la influencia francesa. En este contexto encaja la producción de los dos exponentes más destacados del periodo: Manuel de Falla y Joaquín Turina continuadores del legado de Albéniz y Granados.

De origen español, Maurice Ravel es el ejemplo de inspiración del acervo patrio en obras tan emblemáticas como su Bolero o su Rapsodia Española sin renunciar a su referencia francesa. Sin embargo, el maestro Domínguez nos propuso el mundo de los cuestos que encierra Mi madre la oca. Ejercicio de orfebrería orquestal, ahonda en el color del conjunto sinfónico donde el músico madrileño tan sólo tuvo que guiar la dinámica de los profesores para extraer un sonido más que correcto, impecable y más cantable, que amanerado.

El amor brujo tiene su orígen en el año catorce y conoce su versión habitual en mil novecientos veinticinco. La página y su libreto no esconden sus hondas raíces andaluzas, especialmente gitanas, en ella Falla firmó una obra imprescindible del gran repertorio. La voz de Rocío Bazán tintineante, dosificada y personal se ajustaba al sueño del compositor español. La cantaora malagueña junto al equilibrio dinámico extraído por el director brindaron una lectura respetuosa alejada de versiones más efectistas.

Dos obras del sevillano Joaquín Turina centraron la atención de la segunda parte del programa. Páginas emparentadas en su lenguaje y sus tiempos coreográficos. Entre ambas median una década, no obstante guardan cierta continuidad en su discurso donde el color orquestal es una de sus rasgos definitorios, tal y como puso de manifiesto la batuta invitada. A la fría acogida de Ritmos le continuó, cerrando el concierto, las Danzas fantásticas. Una vez más fueron tratadas sin aspavientos y con un fuerte sentido de la medida que favorecía los acentos de unas obras explotadas en sus melodías y aún poco entendidas en su propio suelo.

Alejandro Fernández 14|10|2014

Alejandro Fernández 14|10|2014


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