LA MIRADA INDISCRETA

10 10 2016

XXVIII TEMPORADA LÍRICA

Nabucco

Drama lírico en cuatro actos de G. Verdi con libreto de T. Solera

Producción Teatro Cervantes y Telón Producciones

Reparto: Luis Cansino, barítono; Maribel Ortega, soprano; José Antonio García, bajo; María Luisa Corbacho, mezzosoprano; Javier Agulló, tenor; Ángel Rodríguez, bajo

Coro de ópera de Málaga

Orquesta Filarmónica de Málaga

Dirección de escena: Ignacio García

Dirección de coro: Salvador Vázquez Sánchez

Dirección musical: Arturo Díez Boscovich

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Este fin de semana pasado soltaba amarras la veintiocho Temporada Lírica del Teatro Cervantes de Málaga. En cartel, el primer gran éxito de G. Verdi en el epílogo de su primera etapa creativa previo a los años años de galera. Nos referimos a Nabucodonosor, hoy conocida como Nabucco, estrenada en la Scala de Milán en 1842, con Giuseppina Strepponi en el complicado papel de Abigaille, para la ocasión encarnado por la reveladora mezzosoprano jerezana Maribel Ortega. Todo un acontecimiento en el que convivieron: experiencia,  talento  y marca nacional. Con la caída del telón tras el “tú serás Rey de reyes”  pronunciadas por Zaccaria llegó el más que merecido reconocimiento del auditorio que hizo colgar el “no hay billetes” del Coliseo malagueño días antes.

La cruz, sin embargo, nos muestra que lo que denominan Temporada no es más que un refrito pobre y apresurado por dar algún contenido cara a la galería. Y resulta tan desolador que una puesta en escena como la vivida el pasado domingo tenga que convivir con una Tosca de lata, otro recital más de Arteta, y ya van unos cuantos, para rematar con surtido zarzuelero. No obstante, seguimos quedándonos con las palabras del gerente del teatro que en la presentación de la temporada avanzaba que la programación de la próxima temporada tendría un cambio de rumbo sustancial. Mientras nos tragamos esto lo mejor que podamos deglutir y quizás los vientos cambien casi una década después de las dentelladas que soportó la lírica en Málaga en connivencia de la crisis, la anterior gerencia y el visto bueno del área de cultura del consistorio. Como testigo queda el negro sobre blanco insistentemente señalado año tras año por la crítica especializada.

El Teatro Cervantes nos presentaba Nabucco en coproducción con Telón Producciones con dirección de escena de Ignacio García, que no apreció en los saludos finales, bajo una perspectiva tan original y fílmica que le ha permitido jugar con la  temporalización de la obra hasta trasladar la escena a la actual Siria devastada por la guerra. Todo ello contado desde el ojo indiscreto de una retransmisión en directo al más puro estilo estadounidense capaz de hacer de la guerra, de la muerte, un espectáculo de audiencias. Deseo y poder manejan los hilos de la propaganda, la religión y el control ideológico que encierra la ópera sobre los que triunfan la libertad y el amor. Idea original a la que se pliega el drama sin estridencias, ni alteraciones reseñables en los detalles argumentales.

Una escenografía diseñada por Alejandro Contreras valiente con la imagen y la iluminación como soportes principales. Hasta el lector de diálogos aparecía transformado como sobretítulos de un noticiero. El vestuario jugaba otro papel simbólico, mientras el pueblo de Israel aparecía con vestuario actual, los distintos personajes intervinientes lo hacían con una sencilla insinuación historicista. En este sentido uno de los momentos más impactantes fue la aparición del coro con los reconocibles monos naranja de los presos estadounidenses en conocido Va pensiero. Sobre esbozados elementos contextuales, se levantaba un conjunto de monitores que transformaban la escena en la sala de cualquier hogar convirtiendo al oyente en espectador y un elemento más dentro de la producción. Sencillamente brillante. Destacar la fidelidad de García hacia el libreto tan sólo reinterpretado con elementos irrelevantes como una tableta digital en sustitución al pergamino donde Abigaille descubre que es hija de esclavos y no Nabucco.

Salvador Vázquez Sánchez, recientemente ganador del IV Concurso de Dirección Orquestal de la Orquesta de Córdoba, al frente del Coro de Ópera y Arturo Díez Boscovich en el foso de la OFM daban cuerpo musical al drama. Ambos músicos simbolizan la excelencia de los profesionales de este país. La generación que reclama su lugar a golpe de talento. No había dudas del trabajo presentado por estas dos batutas ya lo habían subrayado la temporada pasada con su propuesta del L’elisir d’amore.

El conjunto coral apetecía demasiado hierático, sin apenas movimiento a pesar del peso tan importante que desarrollan en la obra. Justamente y  consciente de ese calado dentro de la trama, Salvador Vázquez trabajó la línea vocal en conjunto buscando fluidez y empaste en la emisión, hay quien podría disentir en este hecho y prefiere distinguir acentos entre las cuerdas, pero una cosa es el acento y otra el color, técnicamente el trabajo del maestro malagueño apetece cuanto menos razonable máxime cuando llegados Va pensiero la idea practicada cobraba sentido hasta el punto de ofrecernos una lectura creíble y emocionante. No está demás señalar el buen sabor dejado en los concertantes que disemina Verdi a lo largo de los cuatro actos. Ya tenemos por tanto el primer pilar para reconstruir la temporada, aún nos quedan otros dos más.

La OFM no es un caballo cualquiera, como toda orquesta profesional espera el reto que lanza la batuta, no es una cuestión de emisión sino de un momento irrepetible donde haciendo música los atriles se hacen uno, y en ese sentido Díez Boscovich remató la faena desde el foso dictando una lección de pulso y tensión dramática. Plegó la Filarmónica,  coro y solistas, sobre una línea de trabajo sólida y convincente; la prueba más palpable lo apreciamos en la rotundidad de los bronces para acentuar la tensión dramática, la mudulación en las arias solistas y concertantes estableciendo líneas de fuerza entre atriles, cantantes y coro. En pocas palabras, la orquesta acompañó cuando debía y protagonizó en su momento como una pieza más dentro de la producción. En este punto señalamos otro segundo puntal.

Maribel Ortega y María Luisa Corbacho, Abigaille y Fenena junto a Luis Cansino compartirian el peso más importante del elenco solista. Elenco en el que hubo de todo, luces y alguna que otra matización como el movimiento en las tablas, en ocasiones poco claro. Ortega firmó un complicado rol con soltura vocal, generosa en la emisión y resuelta en las notas extremas. Corbacho se deja la piel en el escenario, sin importarle la plaza o el auditorio, brava como ella sola se despachó a Fenena y su habitual rotundidad. Por su parte, Luis Cansino completaba el triángulo dramático con oficio conviviendo interpretación e instrumento caracterizando así la redondez heróica de Nabucco. El bajo José Antonio García encarnando a Zaccaria  y el tenor Javier Agulló como Ismaele blindaron holgadamente sus papeles. No podemos concluir el apartado solista sin hacer mención al breve papel de Olga Bykova a la que esperamos ver trabajando en próximas propuestas en un encaje más sobresaliente, ha tenido su oportunidad y lo ha demostrado. Y finalmente, es en este apartado donde encontramos el último puntal sobre el que construir una temporada lírica creíble.

El lleno del teatro era del todo predecible, el público malagueño no es fácil de embaucar, había ganas e ilusión y como tal lo entendimos. Por nuestra parte hemos señalado los puntos, obvios por otro lado, para tomar en consideración la asfixia de la ópera en Málaga hasta hoy, una razón puramente política que tanto daño le ha causado artísiticamente. Si desde la gerencia del teatro se quiere apostar por el talento, el reseñado es con seguridad la fórmula para el éxito. Tenemos orquesta, coro y un amplio abanico de solistas nacionales y locales.





LOS EXTREMOS DE UNA PERSPECTIVA

4 10 2016

Concierto nº 5 de la 3ª promoción

 Joven Orquesta Barroca de Andalucía

Director – concertino: Barry Sargent

Programa: Concerto Grosso op. 1 nº 4 en fa mayor, de B. Marcello y Le quattro stagioni, op. 8, de A. Vivaldi

Jardines del Seminario, sábado 24 de septiembre de 2016

Benedetto Marcello y Antonio Vivaldi aparcaron sus centenarias diferencias para ofrecernos, este pasado sábado, la construcción de un género musical sobre el que pesa un extenso catálogo de más de tres siglos de vigencia: el concierto. Ambos modelan la forma desde perspectivas opuestas, por un lado la tradición encarnada por Marcello, frente una estructura libre y cercana al oyente descrita por il petre rosso. Faltó no obstante una tercera figura que hubiese trasladado el escenario desde la República de Venecia al corazón de Europa en la figura de Bach, quien finalmente respaldaría la forma concertante en sus páginas para uno y dos violines.

La Joven Orquesta Barroca de Andalucía, tras el inesperado parón de meses pasados ante la falta de financiación excusada desde una orilla a otra del gran río andaluz, vuelve con mecenas privado para mayor sonrojo de quienes deben entender el talento propio como una prioridad y no un párrafo sólido cara a la galería. Vemos y escuchamos a una nueva generación, extraordinariamente formada, sobre la que tenemos una obligación ética y cultural de proveerlos de aquellos instrumentos formativos y divulgativos de eso que ahora llaman excelencia.

Aparcados en junio con Haendel, que desgraciadamente no pudimos disfrutar, la JOBA puso en el atril un paseo musical por la Venecia de Vivaldi y Marcello con la atenta mano de Barry Sargent, concertino de la Orquesta Barroca de Sevilla. Con él un claustro de profesores que han trabajado con los componentes del conjunto hasta llegar a plasmar la interesante propuesta ofrecida este sábado allá en el Seminario.

El programa desarrollado por Sargent y la JOBA se enmarca en un arco temporal de intensa renovación estilística situado en la independencia de la música instrumental de la vocal. Figuras como Torelli o Corelli constituyen una referencia para ambos compositores protagonistas. Mientras Marcello representa la tradición asentada en un estilo imitativo, Vivaldi construye la forma sobre la sencillez de temas reconocibles y el virtuosismo del intérprete.

Barry Sargent al frente del conjunto puso en valor estas ideas, resaltando un sonido más ceñido para el caso del Patricio Veneto; frente a la pluralidad y libertad de motivos descritos por Vivaldi en sus Cuatro Estaciones. Las traducciones interpretadas por la JOBA se caracterizarían por una introspección en esas dos perspectivas sonoras, sin exageraciones y cuidando las dinámicas hasta el punto de ofrecer lecturas personales de interés.

Alejandro Fernández 27|09|2016

Alejandro Fernández 27|09|2016





EL DVOŘÀK DE PASTRANA INICIA LA TEMPORADA

3 10 2016

TEMPORADA DE ABONO OFM 16|17


Concierto abono nº 1.  A.Dvořàk y R. Schumann

Orquesta Filarmónica de Málaga

Director: Manuel Hernández Silva

Solista: Guillermo Pastrana, violonchelo

Programa: Concierto para violonchelo y orquesta, de A. Dvorák y Sinfonía nº 3 en mi bemol mayo, op.97 “Renana”, de R. Schumann

 Teatro Cervantes, viernes 23 de septiembre de 2016

Da la impresión que el cambio en los días de encuentro con la OFM han causado cierta acogida entre el público dada la respuesta que, el primero de los abonos de temporada de la Filarmónica, disfrutaría este pasado jueves y viernes. Las dos páginas que componían el programa algo han debido influir también en la apuesta realizada por el maestro Hernández Silva para iniciar la temporada: por un lado, el color de Dvořàk y Schumann, y por otro, el cello del granadino Guillermo Pastrana junto a un conjunto sólido y confiado.

La lectura del cello de Pastrana y la batuta de Hernández Silva junto a la OFM pudo convencer más o menos al oyente en el plano de la audición como tal del Concierto para violonchelo de A. Dvořàk, pero en la línea argumental defendida por batuta y solista nos presentan la obra con decidido carácter programático. Si a ello sumamos la propia arquitectura de los tres movimientos, independientemente de las referencias de tempo clásicas, vemos que el edificio se erige sobre una sucesión de danzas, cantos e imágenes bohemias.

Guillermo Pastrana no sólo mostró oficio, sino que se mantuvo en una línea discursiva clara, sin emborronar agilidades, acentuando, sin exageraciones, un tono lírico del instrumento que toca; en sus manos adquiere una sonoridad que arrolla. Momentos claves fueron los pasajes escritos para el movimiento central y -sería injusto no apuntarlo- los diálogos entre el violín concertino de Nicolae Ciocan junto a Pastrana llegados al Finale.

Hernández Silva contagió el entusiasmo que profesa por R. Schumann, si en su concierto de presentación con la OFM fue una declaración de intenciones, en la cuarta del compositor romántico, al abordar La Renana destaca el punto de entendimiento entre director y conjunto. La Filarmónica, de principio a fin, desgranó un hilo coherente entre los distintos temas que engarzan los cinco movimientos que articulan esta sinfonía, y los distintos planos sonoros creados por las secciones de la orquesta. El titular modeló la interpretación sobre la claridad de los tiempos, apreciable en los dos motivos extremos, el color que caracteriza cada motivo y el cuidado mostrado por los profesores del conjunto: una cuerda sólida en contraste a unos definitivos bronces, la envidia de cualquier orquesta.

Comienzo, por tanto, ilusionante que sirve de pórtico al equilibrado cartel que nos propone la OFM en el comienzo de esta nueva e intensa temporada de abono.

Alejandro Fernández 25|09|2016

Alejandro Fernández 25|09|2016





Un Astoria para la música

21 03 2016

El oficio público emplea las palabras, escritas o de palique, circunscritas a la instantánea del momento, la oportunidad e, incluso, pueden llegar a fagocitar todo lo dicho o escrito con anterioridad en lacónico discurso o sonoro silencio. Palabras, palabras y palabras que de tanto uso pierden lustre y aparecen huérfanas de esa fortaleza que con tantas idas y venidas han terminado desnaturalizadas o hastiadas.

Esto viene sucediendo, desde hace años, con el futuro Auditorio de la música, el proyecto que nunca despegó y, sin embargo, nos devuelve a una realidad fallida o, en el mejor de los casos, al mismo punto de partida: una infraestructura vital no sólo dentro del ámbito estratégico y posicionamiento de Málaga en los circuitos internacionales, sino también una deuda con el talento de esta ciudad aplazado sine die por las más diversas y concretas razones (¿de dónde sacamos cien millones en las actuales circunstancias?). Que la ciudad ha cambiado lo sabemos todos; sus intereses, incluso las formas de abordar las necesidades. El actual contexto, donde los errores son trastos a lanzar al contrario, apunta un escenario donde los argumentos acaban voceados y son pisoteados apelando a porcentajes electorales, capacidad de representación o compromisos que cumplidos o no son hipotecas programáticas que el tiempo sostiene como inalterables aunque haya tornado su interés. El proyecto del Auditorio va a correr la misma suerte si no asumimos que quizás un contenedor más asequible puede dar igual respuesta aprovechando una oportunidad única que lo situaría en el propio corazón del centro histórico, en la manzana del Astoria-Victoria.

Todos desearíamos plasmar el Auditorio en la parcela de San Andrés, pero la actual coyuntura nos aleja del sueño. Esta posible solución ofrece, a cambio, una realidad viable en sus costes pero también en los argumentos. Y es que el centro de la ciudad ha conformado un núcleo asentado en la apuesta entre el desarrollo socioeconómico y la demanda cultural. Aquel objetivo que inspiraba la necesidad de este escenario para cubrir el disfrute de un punto a otro de la provincia se abre ahora, aún más si cabe, con la oportunidad de cerrar una oferta que de la mañana a la noche llene la agenda de la ciudad. Si semanas atrás avanzábamos esta idea reivindicando el futuro edificio para la OFM, al desgranar las ventajas y sus posibles usos, seguimos concluyendo y afirmando que ése es el fin viable a este espacio de la ciudad. Este valioso bocado necesita de la apuesta de todos para no ser otro proyecto fallido o caer en manos de la insaciable especulación.

Cuando aún se están discutiendo los puntos de un nuevo concurso, sus objetivos, límites e, incluso, premios, nos llama la atención que nadie haya sido capaz de asumir con objetividad la posibilidad de transformar la manzana Astoria-Victoria en un edificio pensado para la música. Sería la infraestructura necesaria no sólo para la Filarmónica, principal destinataria de la obra, sino para toda la actividad que en sí misma concentraría. Es obvio que la OFM por sí sola no puede sostener la programación, y es ahí donde tienen cabida otros ámbitos y géneros posibles que van desde al jazz a la danza y de la danza al musical pasando por el futurible festival de flamenco; o la posibilidad de que nos visiten los conjuntos que desde hace años no pisan esta ciudad; la recuperación de los ciclos tanto de antigua como de contemporánea, e incluso que la propia Orquesta Sinfónica Provincial tuviese la posibilidad de desarrollar una temporada propia. Todo ello sin contar las infinitas posibilidades de otros formatos especializados tanto para la sala de cámara, como los desarrollados en la sala principal de conciertos.

Aceptemos esta realidad y hagamos del Astoria-Victoria el imperioso auditorio de Málaga, sede de la Filarmónica. Es una vía razonable para ver cumplido el compromiso con la OFM, reforzado con la posibilidad de difundir, además, producción generada por el talento de esta ciudad y completado con la oferta que pueda ser programada en su gestión. No se trata sólo del edificio, hay que dotarlo de un presupuesto económico que pueda ofrecer contenidos que atraigan al público y lo hagan rentable. Su ubicación en este punto clave de la ciudad dibuja un triángulo que complementa al Echegaray, que apunta a convertirse en productora escénica, y al Cervantes, donde se desarrollaría el capítulo lírico. En un círculo más amplio, la Sala María Cristina, el Teatro Cánovas, el Cine Albéniz o, incluso, el privado Teatro Alameda cierran un abanico de posibilidades que, bien gestionado, nos devolvería a la referencia nacional y, con esfuerzo, al panorama internacional en el que apenas aparecemos reseñados.

Otra de las claves radica en el propio público. Ahondar en los posibles consumidores a los que debe atender. Entendido de esta forma, el Auditorio se configuraría como la referencia de buena parte de ellos. Una sala concebida para disfrutar la música con las más altas cualidades acústicas. Todo sin mencionar la repercusión mediática que el hecho en sí reporta. Un visitante estaría en disposición de hacer sus visitas durante el día y disfrutar de un espectáculo en el auditorio del Astoria-Victoria en la noche. Las escapadas culturales de fin de semana son mucho más habituales de lo que pensamos; cada vez más los visitantes hacen coincidir sus pernoctaciones con determinada oferta musical, escénica o lírica.

Ahondando en la idea Astoria-Victoria como Auditorio pretendemos suscitar el debate, la reflexión que propicie el horizonte capaz de aunar voluntades y apoyos. Su ideario abierto no tiene más fin que concienciar de la importancia de esta infraestructura. Las posibilidades del Auditorio tal y como las exponemos son tantas como la viabilidad del mismo, puesto que asumimos un edificio más ajustado al contexto económico actual, que gana en proximidad al ubicarse en el corazón mismo de la ciudad, la Plaza de la Merced, otro punto de obligada confluencia conectada a su vez por su actividad y entorno más inmediato. Además, el Auditorio como tal da respuesta a la actividad tanto del Conservatorio Superior de Música, la Escuela de Danza o incluso la especialidad de Arte Dramático centrada en el musical. Por tanto, un edificio lo suficientemente plural como para concretar unos contenidos de calidad que en las circunstancias actuales todos reconocemos limitada.

Frente a la indeterminación, ambigüedad o falta de concreción de un posible uso sociocultural de la preciada manzana, ese mismo que se diluye en otros espacios como la antigua Prisión Provincial, nos posicionamos ante una infraestructura que define por sí sola un destino concreto tanto del edificio rehabilitado como, en su defecto, el solar para una nueva planta. El Auditorio apetece más cerca de lo que pensábamos, y tanto es así que construirlo depende de aceptar que es una obra viable, sostenible y que gestionada con ambición sería amortizable en un plazo razonable. Les invito al debate tranquilo de la ciudadanía, la apuesta de los aficionados e instituciones y el reto para quienes opten al concurso de ideas.

Alejandro Fernández 20|03|2016

Alejandro Fernández 20|03|2016