TEMPORADA DE ABONO OFM 13|14
Concierto abono nº 8. Liadov, Shostakovich y Prokofiev
Orquesta Filarmónica de Málaga
Programa: Baba-Yaga, op. 56, de A. Liadov; Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerda en do menor, op. 35, de D. Shostakovich y Romeo y Julieta (selección), de S. Prokofiev
Solistas: Ishay Shaer, piano y Ángel San Bartolomé, trompeta
Dirección: Howard Griffiths
Si polémico, cuanto menos, nos resultó el último concierto de la OFM, sorprendente apetece el primer programa de abono del nuevo año. En el séptimo dormitábamos, como no hacia tiempo, con un Tchaikovsky algo destemplado y sin embargo, en la octava cita con el conjunto malagueño descubrimos el que bien podría ser una de las veladas más memorables de la temporada. Experiencia, equilibro y pluralidad de formas se dieron cita para un repertorio que en la distancia añora los encuentros de contemporánea y más próximamente completan una retrospectiva de la escuela rusa del diecinueve y la centuria pasada.
Inspirada en la tradición de los cuentos del folclore ruso, Baba-Yaga forma parte de un tríptico sinfónico donde el color y la estilización de las formas caracterizan estas piezas del círculo de Beliáyev. El director invitado Howard Griffiths mostró en este cuadro una especial acentuación de los ritmos, sin restar densidad al conjunto sonoro sobre el que se articula la obra, de marcado carácter descriptivo donde tradición sirve de excusa para este pequeño cuadro.
Escrito a comienzos de los años treinta, el primero de los conciertos para piano de Shostakovich destaca por el profundo conocimiento del instrumento solista, que para la ocasión fue defendido por el laureado pianista israelí Ishay Shaer, quien mostró una constante preocupación por la sonoridad del piano en constante diálogo con la orquesta, que reduce su plantilla a la cuerda tan sólo contrastada por la trompeta del profesor de la OFM Ángel San Bartolomé. Impecable interpretación en todos los aspectos; técnica y virtuosismo al servicio de una obra que si bien recoge cierta influencia beethoveniana en el primero de los movimientos, el particular sentido del humor del compositor salpica esta obra concertante. No oculta su admiración con Rachmaninov en la sucesión de ideas musicales o su estructura clásica rápido, lento y rápido. El lento del movimiento central justificó por si mismo todo el concierto donde Griffiths tensó toda la fuerza dramática al servicio del piano de Shaer. Lejos de aspavientos o la liberación que supone el allegro con brio final, el músico israelí vinculó el virtuosismo al conjunto sonoro dibujado por la OFM.
Prokofiev, con una amplia selección de su ballet Romeo y Julieta protagonizaron la segunda parte del concierto pasado. Sin duda, la Filarmónica se desquitaba del desastre pasado con una versión de conjunto más que sobresaliente, bien empastada y con mejor emisión, desde el equilibro entre cuerdas y vientos, o los contrastes entre ritmos y modulaciones marcados por el director inglés. Concierto muy aplaudido, no sin razón, ante el béllisimo trabajo expuesto por la OFM centrado en la decisiva aportación de la escuela rusa al repertorio del siglo veinte.
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